Tuesday, August 19, 2014

Mi turno



No es la comezón de la cicatriz en mi muñeca derecha lo que me pone ansiosa, tampoco se debe a los azulejos del piso mal acomodados del pasillo, ni es por el esmalte esmeralda carcomido de las uñas de la señora que está junto a mí.
Esta ansiedad se la atribuyo a la espera. Ya casi es mi turno y no sé que hay detrás de esa puerta caoba que me invita a pasar sin tocar, sin ser invitada aún.
Es como un imán emocional, todo un abismo de curiosidad.
Debo aproximarme a ella y sentir la vibración de los sonidos rozando mi oreja.
—¿Qué hace?, todavía no— me dijo una voz algo rasposa.
No quise abrir los ojos y saber quién me hablaba, así que regresé al lugar en el que estaba esperando, palpando las cosas a mi alrededor y las paredes húmedas, manteniendo el equilibrio.
Logré sentarme, pero al poco tiempo sentí una respiración en mi hombro.
—Ahora sí es su turno— me dijo la misma voz rasposa.
Levanté mi vestido hacia las rodillas para no caerme, de nuevo con los ojos cerrados llegué a la puerta, su rechinar me puso la piel de gallina.
—Pase— me dijo otra voz más aguda.
Abrí los ojos y ahí estaba ese hombre de saco marrón con el pavo real en las manos.
—Tiene la misma máquina de escribir que yo— le dije un poco tímida.
—Ya lo sé, también la misma cicatriz, tal como lo imaginé— me respondió mientras acariciaba al pavo real.
Cerré la puerta, saqué el perfume de heliotrope, lo rocié en el cuarto y me sentí en casa.