Tuesday, August 19, 2014

Mi turno



No es la comezón de la cicatriz en mi muñeca derecha lo que me pone ansiosa, tampoco se debe a los azulejos del piso mal acomodados del pasillo, ni es por el esmalte esmeralda carcomido de las uñas de la señora que está junto a mí.
Esta ansiedad se la atribuyo a la espera. Ya casi es mi turno y no sé que hay detrás de esa puerta caoba que me invita a pasar sin tocar, sin ser invitada aún.
Es como un imán emocional, todo un abismo de curiosidad.
Debo aproximarme a ella y sentir la vibración de los sonidos rozando mi oreja.
—¿Qué hace?, todavía no— me dijo una voz algo rasposa.
No quise abrir los ojos y saber quién me hablaba, así que regresé al lugar en el que estaba esperando, palpando las cosas a mi alrededor y las paredes húmedas, manteniendo el equilibrio.
Logré sentarme, pero al poco tiempo sentí una respiración en mi hombro.
—Ahora sí es su turno— me dijo la misma voz rasposa.
Levanté mi vestido hacia las rodillas para no caerme, de nuevo con los ojos cerrados llegué a la puerta, su rechinar me puso la piel de gallina.
—Pase— me dijo otra voz más aguda.
Abrí los ojos y ahí estaba ese hombre de saco marrón con el pavo real en las manos.
—Tiene la misma máquina de escribir que yo— le dije un poco tímida.
—Ya lo sé, también la misma cicatriz, tal como lo imaginé— me respondió mientras acariciaba al pavo real.
Cerré la puerta, saqué el perfume de heliotrope, lo rocié en el cuarto y me sentí en casa.




Saturday, June 1, 2013

El tuerto y yo


(Azul Pérez)

Mi cuerpo arrumbado, perforado por la mística aleación del olor de las trufas salvajes de aquel invierno, retumbaba con el martirio de la desesperación del tuerto, que se encontraba justo a mi lado, tratando de salir de aquella fosa común. 
La muerte me había encontrado, mi cuerpo putrefacto estaba, y el iris azul del tuerto se fijaba en mi alma.
Más el ímpetu de querer salvar su vida, acaparó el oxígeno que restaba. Sometiéndolo a la condena eterna de los desamparados, aquellos, que persiguen el alma de los inocentes.
La noche obscura y el hielo en mis venas, el tuerto y la calumnia en uno solo.



En la agonía


(Azul Pérez)

En la agonía oigo las hojas caer
oigo los huesos tronar
oigo la traquea ronca de tu ingratitud
la fiera de la noche rondando por tu sombra inaudita

En la agonía oigo tu corazón latir lento y más lento
oigo el cristal romper sobre tu espalda
oigo el roce de tu alma con la almohada
el céfiro de la mirada triste penetrar el precipicio

En la agonía oigo fundir el hierro de la espada
oigo el sollozo vociferando piedad
oigo al sacre plisar tus arrugas
el vello de tu nuca golpeando las olas

En la agonía oigo las uñas rasgar la puerta
siento tus pesadillas cerca de mi cara
saboreo la amargura de tu infamia
huelo la ausencia de tu memoria
veo mi cuerpo seco temblar en el oscuro frió 
y después de todo ya no oigo nada



Escozor ofusco


(Azul Pérez)

Ella contemplaba desde su ventana como los pájaros negros salían de su habitación con la impotencia de su partida. Sólo su lágrima salina rozaba la tez fría blanquecina. El terciopelo color vino que recubría la pared carcomida ondeaba con el aleteo de las aves de luto. Otra lágrima caía y más aves salían, una de ellas la secó con el tacto de su ala. La infanta sólo la miró y le dijo:  Andad, salvaos, decidle a Ginevin que Paul ha partido a Málaga  e introdujo el mensaje. El ave se detuvo fijamente, parpadeó y un instante más tarde ya se había marchado.
Era la hora que Manuela Sanabria llevaría su alma a los cielos. Tomó la navaja, con el miedo en el pulso la introdujo en su piel. Las venas azules escandalosas saltaban huyendo de aquel filoso intruso pero poco a poco fueron cediendo hasta que el corrosivo mar rojo la ahogaba en la calma.
El silbido de su aura despertó a las criaturas nocturnas. El piso negro se elevó, mariposas de luto ahora volaban a su alrededor, unas con otras ciegamente se golpeaban hasta que encontraron la misma salida oportuna. 



Monday, October 29, 2012

Dibujo Ojos


(Azul Pérez)


Dibujo ojos no porque quiera que me vean o para sentirme vigilada u observada y darle pie a mi paranoia. Dibujo ojos porque es una forma de auto criticarme, es proporcional a la distorsión, deformación o el grado de perfección y simetría que embonan en cada etapa en la que estoy.

Como si mi ego se acentuase particularmente en una mirada altanera, profunda, penetrante y al mismo tiempo se disminuyera con ojos entrecerrados.

Algunas veces los ojos que se plasman son tan huecos que lo poco que lo llenan son lágrimas. Cuando tengo una mirada perdida con un poco rímel corrido y sombras  deslavadas que le dan una tonalidad lúgubre, es cuando quiero quitarme los ojos para desaparecer.

Últimamente los ojos que aparecen en mis hojas son sensibles, muy femeninos, derraman ternura. Es extraño para mí, pero me gusta que estén ahí, es una extensión de mí que a mis manos les gusta pintar.

Los ojos que más dibujo son ojos cansados,en cuyo iris se entrevé “insomnio”. Las ojeras llenas de corrector son la consecuencia de esas ideas, sueños y proyectos que encuentran asilo debajo de estos ojos pesados y somnolientos. A pesar de todo están vivos, porque cuando encuentran inspiración o la palabra eureka los toca, mágicamente despiertan.    

En las noches sobre todo cuando escribo, se escabullen, me miran, se interponen en los recovecos de mis hojas, apuntes, se pegan al monitor. Realmente me alegro por ellos, que no han muerto, que siguen estando ahí, abiertos, porque sé que la vez que no aparezcan ojos en mis hojas, cuando mi mano no los pueda dibujar, sabré que ya no existe nada más.